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jueves, 4 de marzo de 2021

Un día como hoy

 


 

Decíamos en “Todo tiempo futuro será peor” que las personas solían tener álbumes de fotos o diarios íntimos para llevar la cuenta de sus cosas, de sus recuerdos de vivencias y otros dúos famosos como tal vez Sui Generis o Pedro y Pablo. Hoy eso ha sido reemplazado por los recordatorios de las así llamadas redes sociales. A mi juicio, y perdón por la digresión, deberían llamarse solamente redes, porque te atrapan y de ahí ya no podrás salir con vida. No igual a como era tu vida antes, por lo menos.

Esto viene a cuento de que a veces no sé qué hacer con los recuerdos que me mandan las redes. ¿Verlos? ¿Borrarlos? ¿Olvidarlos? No sé bien qué se hace con eso, es algo nuevo. Por eso hoy cuando alguien dice alguna cosa, hay un sinnúmero de buscadores de otras cosas. Es decir, si hoy digo que A es tal cosa, alguien va a encontrar por ahí que alguna vez dije que A era tal otra cosa. Ergo: no resisto el archivo.

Nadie resiste un archivo, dicen por ahí. Y la verdad es que no. Yo, sin ir más lejos, hace treinta años no tenía canas, no tenía EPOC, no tenía unas manchas que me salen en la piel si me rasco medio fuerte. En lo único que soy coherente es en que tengo anteojos. Desde los diez años tengo anteojos. Así que si alguien por ahí encuentra una foto mía a los ocho o nueve dirá que no resisto el archivo porque no tengo anteojos.

Se produjo no hace tanto una situación con los jugadores de rugby (me resisto a utilizar el término inglés, porque ¿por qué no decimos footballers, si no?, pero me voy de tema). Unos eran unos ilustres desconocidos que asesinaron a un pibe a la salida de un boliche en la costa. La pandemia se apiadó de ellos y hablamos de otras cosas, pero intuyo que no habríamos llegado a ninguna conclusión válida de todas formas. Más luego se produjo un incidente con unos jugadores de rugby más conocidos, ya que eran –creo que vuelven a ser– integrantes de la selección nacional de rugby a propósito del escaso duelo mostrado por el fallecimiento de D1OS, y luego les encontraron una serie de tuits algo misóginos, algo homofóbicos, algo racistas de hace unos años. No resistieron el archivo. Luego fueron desafectados de la selección y afectados nuevamente. ¿Vieron que ser “afectado” a una selección no es un buen término? Sería mejor decir convocados. Pero desconvocados es un espanto, como descomer.

Bueno, cuestión que estos muchachos fueron juzgados, condenados y, claro, por qué no, descondenados en cuestión de horas. D1OS sigue muerto, aunque Nietzsche ya lo había dicho hace bastante, y ellos siguen jugando al rugby. Lo que no sabemos es si están arrepentidos de los tuits que pusieron hace unos años, si tuvieron la oportunidad de cambiar el pensamiento como muchas personas pudimos hacer acerca de temas que estaban aceptados ampliamente. Yo crecí a los golpes y a los gritos y al menosprecio. Si me llevaba una materia era un burro que no servía para nada y la vida me encontraría muy posiblemente tirado en un zanjón con el currículo roto en mil pedazos. Eso me decían mis padres. Y así y todo yo los quería.

Pues bien, hoy ya no hay espacio para decir esas cosas. Es decir, lo hay. Vemos todo el tiempo madres y padres que les dicen cosas semejantes a sus hijos. Pero basta que uno ponga un tuit diciendo que el nene se merece un soplamocos para que la condena social nos caiga de forma implacable.

Entonces pienso que si uno recibe un recuerdo de una red social y nota con cierto escozor que el mismo no coincide con el pensamiento de estos días, lo mejor será que lo borre de forma inmediata. No sea cosa que el buscador de contradicciones lo lea y ¡zácate!, nos mande a la hoguera.

 

Fernando

Marzo, MMXXI 

 

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